Torrijas esa tradición con sabor entrañable que tenemos estos días en nuestras casas ¡listas para un buen desayuno, merienda o postre!
Pero… ¿qué sabemos de ellas?
Las primeras referencias históricas a la torrija se remontan al siglo XV; el arte de la cocina estaba en los conventos, allí las monjas durante los días de abstinencia, aprovechaban el pan duro, bañándolo en miel y leche.
Las torrijas también se han consumido en épocas en las que en las familias había problemas económicos, en las que se necesitaba un alimento completo y barato que, además, permitiera aprovechar ingredientes que habían sobrado en la cocina y no se podían permitir el lujo de desperdiciar.
De hecho, el mejor pan para elaborar las torrijas debe ser algo duro, de dos o tres días, para que, al mojarlo en leche, la rebanada no se deshaga. A veces se usaba algún sobrante de leche y se reutilizaba el aceite de freír. Para endulzar, bastaba un poco de azúcar, vino o incluso miel, que en ocasiones se mezclaba con agua para obtener una mayor cantidad de almíbar.
Actualmente, ese concepto está superado, y la torrija se ha convertido, sencillamente, en un dulce más, tradicionalmente elaborado en las fechas próximas a la Semana Santa, aunque en muchos lugares se prepara durante todo el año.
Hoy en día existe una multitud de diferentes recetas para elaborar las torrijas. Desde la torrija clásica, en la que se baña el pan en leche hervida con canela y cáscara de limón antes de rebozarla en huevo y freírla; a torrijas en las que se cambia el pan por otro ingrediente (como los sobaos o un brioche); usando leche de coco; introduciendo un relleno de chocolate e incluso añadiendo una salsa de caramelo o toffee.