Sin olfato ni gusto: cuando nuestros sentidos fallan.
Nuestros sentidos del olfato y del gusto son como un tándem perfecto que trabaja en equipo para que podamos disfrutar de los alimentos y las bebidas. Pero, ¿te has preguntado alguna vez qué sucede cuando uno de ellos, o incluso ambos, dejan de funcionar?
Esta situación, aunque puede parecer rara, afecta a más personas de las que imaginas. La pérdida de olfato, conocida como anosmia, y la pérdida de gusto, llamada ageusia, no solo alteran nuestra capacidad de percibir los sabores, sino que también pueden tener un impacto significativo en nuestra calidad de vida.
¿Por qué se pierde el olfato o el gusto?
Existen varias razones por las cuales estos sentidos pueden verse afectados. Algunas personas pueden nacer sin olfato (anosmia congénita), aunque esta condición es poco frecuente. Sin embargo, en la mayoría de los casos, estas pérdidas ocurren como resultado de:
- Enfermedades respiratorias: Infecciones como la gripe, la sinusitis o la COVID-19 pueden provocar pérdidas temporales o permanentes.
- Lesiones: Golpes en la cabeza o traumatismos craneales pueden dañar los nervios responsables de estos sentidos.
- Medicamentos: Algunos tratamientos farmacológicos tienen efectos secundarios que afectan al gusto o al olfato.
- Envejecimiento: La edad también juega un papel importante, ya que ambos sentidos tienden a debilitarse con los años.
- Enfermedades neurológicas: Condiciones como el Alzheimer o el Parkinson están asociadas con alteraciones en la percepción sensorial.
¿Es reversible?
La posibilidad de recuperar el olfato o el gusto depende de la causa subyacente. En casos de infecciones respiratorias, como un resfriado o la COVID-19, la pérdida suele ser temporal y los sentidos pueden volver a la normalidad tras unas semanas o meses. Sin embargo, si el daño se debe a una lesión grave o a enfermedades degenerativas, la pérdida podría ser permanente.
Actualmente, se están investigando terapias para ayudar a las personas a recuperar estos sentidos, como el entrenamiento olfativo, que consiste en exponer regularmente a la persona a diferentes aromas para estimular los nervios olfativos.
¿Cómo afecta la pérdida de estos sentidos a nuestra percepción de los alimentos?
Cuando uno de estos sentidos falla, nuestra percepción de los alimentos cambia drásticamente. El olfato, por ejemplo, es responsable de hasta el 80% de lo que percibimos como "sabor". Sin él, los alimentos pueden parecer insípidos o planos.
En estos casos, otros aspectos de los alimentos, como la textura, la temperatura y la apariencia, adquieren un papel más relevante en la experiencia sensorial. Por ello, las personas con pérdida de gusto o de olfato suelen buscar alimentos con sensaciones táctiles o visuales intensas para compensar.
La ciencia sensorial al servicio de estos casos
La ciencia sensorial tiene un papel clave en entender y mitigar los efectos de estas pérdidas. En catas profesionales, por ejemplo, se utilizan técnicas que tienen en cuenta estas alteraciones para obtener resultados más precisos y objetivos. Además, se desarrollan productos que buscan potenciar aspectos como la textura o el color para ofrecer una experiencia satisfactoria incluso a quienes han perdido alguno de estos sentidos.
En definitiva, la carencia de olfato y gusto nos recuerda cuán intrincadamente conectados están nuestros sentidos y cómo su interacción define nuestra forma de experimentar el mundo. La investigación en este campo no solo ayuda a comprender mejor estas condiciones, sino que también abre puertas para mejorar la calidad de vida de quienes las padecen.
Comments: (0)